14 de diciembre de 1995
Buen día querida.
Tenía ganas de escribirte desde hace mucho tiempo. No te había escrito porque sabía que iba a enfrentarme con mis propios demonios al escribirte. Es que eres de las pocas personas que han podido conocerme aunque sea un poco, y eso como premio de mí misma a que trataste. No sé si ahora me recuerdes, espero que sí, aunque no con mucha esperanza. Hay personas que dicen: “ya lo pasado, pasado”.
Parece que cada seis meses es preciso que nos veamos (o espero que así sea) pero en esos momentos en que estamos juntos poniéndonos al día de lo que ha hecho cada uno de nosotros no encuentro la forma de decir lo que en verdad quisiera y cuando no estoy ahí, contigo, es cuando en las palabras vienen a mi junto con esa cascada, o debería decir avalancha, de sentimientos que me causa la melancolía de aquél tiempo. Lo he analizado muchas veces y sé que no es algo tan importante, ni tan fuerte el tiempo que pasó entre nosotros, pero no dejo de recordar. En ese análisis veo que quizás lo que tengo es simple añoranza de un tiempo en el cual todo iba mejor o la vida era mucho más fácil, pero en ese caso debería recordar con similar intensidad a todas las personas que estaban conmigo en esos tiempos y no es así.
Por otro lado puedo decirme a mí misma que este recordarte continuamente es simplemente el resultado de mis condiciones poco afortunadas en las relaciones de pareja y la obsesión de no haber podido aprovechar el tiempo en que pude haber tenido algo contigo. Los reproches para mí misma de mi falta de visión y madurez para haber estado contigo cuando pude no son válidos pues es tonto reprocharme no tener algo cuando no estaba preparada para ello.
Tampoco puedo decir que sin ti se ha ido el azul del cielo o que mi vida se ha quedado vacía, eso sería estar alimentando cursilería tonta que es sólo un disfraz para los sentimientos verdaderos. Tampoco te puedo decir que eres la más guapa que he conocido en toda mi vida (ya fui a Europa), ni que eres la más gentil, ni que hayas sido la más imponente, ni la más sexy, ni la más amable, ni la más brillante. Simplemente es que todas esas cosas que no eres y las que sí eres te convierten en una persona muy deseable, muy hermosa, muy compatible, muy adorable, con la que quise y quisiera, algún día, estar.
Esto no es lo mismo que una declaración de amor de secundaria. Te das cuenta de que ahora soy más rígida, pero también más comprometida, contigo, con las demás personas y con la verdad, claro. Pero supongo que esta demostración de algo que no sé si llamar obsesión, añoranza, amor o soledad (de mi parte) sea buena. Convincente debe ser ya que casi es una demostración filosófica, o al menos eso creo o he querido parecerme a un filósofo alemán que habla sobre la cosidad de la cosa.
Sé que soy una desvergonzada con estas declaraciones pero ¿Quién no lo es en el afán por la felicidad? Me sobran ideas y me faltan palabras para poder decirte todo lo que quisiera.
He escrito varias historias pensando en ti, a veces sin saberlo. Hace tiempo escribí una historia en la cual le tenía que contar una historia cada noche a mi amor muerto. Sólo ahora que te estoy escribiendo esta carta me doy cuenta que eso era para ti. Era esa necesidad de transmitirte algo cada día, ese sentimiento en el que la amante trata de tener a su amor ausente por alguna acción.
Debes recordar también aquella historia con la cual pude conocer a tantas personas en tantos países y tener otra visión del mundo. Creo que te había dado gracias por ello pues fuiste mi inspiración para esa historia. Y es que tengo mucho de griego en mi cabeza y en esta historia me atengo a la creencia de que yo sólo fui un instrumento de un dios, instrumento de ti.Al mismo tiempo que tú ni te enterabas.
Hay muchas mujeres que se sienten defraudadas con los fracasos amorosos, pero yo no me siento defraudad contigo, aunque tú has sido el mayor fracaso de mi vida, mi corta vida. Séneca dice muchas cosas, en esta corta vida quisiera ser como Séneca, como la hoja arrastrada por el viento, como aquella pequeña roca llevada por el río, como cualquier humano llevado por ti. Pero eso no es posible al igual que no es posible dejar de poner resistencia a ser aplastados por el aire y por la gravedad, aunque sólo sea inconscientemente.
Creo que debe ser demasiado aburrido el estar leyendo sobre filósofos que no te importan. Pero entiendes a que me refiero con todo esto ¿no? Para muchas personas ésta forma de hablar con referencias que no le importan a nadie les parece pedante de mi parte, no digo que no lo sea, sólo espero que me entiendas. En el pasado intentaste entenderme y también me hablaste de mi descaro, me ayudaste a conocerme. Aquella frase de: “… es que tú nunca dices que no…” nunca la voy a olvidar. ¿Recuerdas? Desayuné con mi ex y al día siguiente que me preguntaste sobre lo que había pasado; pude saber que te importaba, aunque sea un poco.
Hace poco he visto la única foto que tengo de nosotros dos juntos, en aquella iglesia mi mente era como un día de tráfico en ésta ciudad. Frecuentemente me reprochaba pensar más en ti que en aquella persona que era mi pareja.
Después te hare más cartas ahora el crepúsculo se está llevando mis ideas y recuerdos junto con la luz, aquella luz que nunca me ha agradado tanto porque me di cuenta que te había perdido una noche de marzo que me perdí un gran concierto por ir a buscarte.
Hasta luego. Sé que ésta carta la recibirás cuando sea el momento apropiado, ahora mismo que la estoy escribiendo no creo que puedas leerla si… estás a punto de nacer.
Atte. Dianna