Te odio.
Estilo Juan Ramón
en medio del cual te encuentro:
La luna sonríe,
la luna se encuentra emocionada.
¡Pobre de la luna!
Sonríe… y conversa con la almohada.
Las estrellas sonríen
y tintinean sus mejillas sonrosadas;
felices, las estrellas
al espejo líquido lanzan miradas.
Las brisas sonríen
en la azul algarabía de la vida;
inquietas, las brisas
juguetean con las flores caritativas.
A lo lejos, alguien llora.
Viaje
Yo había encontrado conmigo muy poco tiempo. Yo sé que ella es un caso como el mío o por lo menos lo más parecido posible. Ella fue la primera que despertó para recibir amor, en primera instancia y no sabiduría. El hombre que la despertó ha muerto y se dice que ella estará con nosotros por siempre, pero creo que no son más que rumores. Yo desperté una noche de luna llena en verano, a la orilla del mar. Ella observó mis manos y supo que las cosas no estaban bien entonces es que salvó mi vida y el calor volvió a mi cuerpo. Pero me dejó, porque tiene amor y la sabiduría le dice que no debe ser privativo. . Ella me había mirado y fue la primera vez que dos personas estuvieron juntas. A nuestras espaldas Pachacamac.
Aquella mañana.
Un día.
Carta con Eros.
Gisele
First date.
– Las cosas no son tan sencillas.
– Deberías sonreír hoy que las cosas son.
Después de estás palabras, el viejo tomo su bastón, bastón simple, rústico, con la forma de algún animal entre sus dedos, y se camino congelando el tiempo hacia su hogar.
Desde hace varios días estaba mal. De algún modo encontraba más razones para esto que lo que en verdad eran: al invierno, las chicas, los viajes, la escuela. Pero desde hace más tiempo he sabido que la diferencia entre fruncir el ceño y crear «patas de gallo» era mi forma de ver las cosas, eran las decisiones que me llevaran cerca del sueño.
De algún modo nunca volví a regresar a ese lugar en específico; de vez en cuando paseo por el parque, pero el recuerdo del viejo cada vez es más fantasmagórico, como un sueño perdido.
Ya que debo hacerte una confesión de nuestra primera cita, pues…
En busca de una forma de escribir el prólogo que me encargaron para aquel libro, paseaba por el parque. No hubo un ruido al estilo Hollywood, simplemente pasó el viejo Ernesto y me saludó, me saludó con las misma cordialidad de hace años. Su bigote recortado aún me sigue pareciendo algo muy elegante en su persona.
-¡Pero si no has crecido nada!- me decía al tiempo que le tendía la mano, un poco extrañado.
-Usted tampoco ha cambiado mucho- ¡hace años que no lo veía!
-Si… pero estoy de nuevo aquí.
-Espero que no venga aumentada su lo que creí ironía no sea sarcasmo.
– No. Es la verdad. Creo que tendré que decirte de nuevo que dejes de ser un cabrón.
-¿En donde estaba?
– Morí. Pero conocí a Melquíades. Platicamos lo suficiente como para que soltar la sopa.
-¿Cómo es la muerte?- En ese momento la sonrisa que había acompañado su rostro desde el muto reconocimiento menguó.
– Hijo, no me pidas que te explica cosas que no son de aquí con palabras que son de aquí. Sólo te puede decir que no hay límites. La muerte y la vida se necesitan.- y de nuevo la sonrisa con una luz especial en su rostro- Son dos amantes.
– Ha anochecido.
– ¿Te volveré a ver?
– ¡Claro! Me debes ayudar a escribir.
De esta manera fue como volví a ver a la persona que inspiró que escribiera. Es un viejo muy triste, pero creo que es porque encontró muchas cosas bellas mientras estuvo muerto.
-¡Es una historia fabulosa!
– Ahora es tu turno.
Somos alimaña
Un hombre camina y lleva en el recuerdo mi casa. El hombre despierta en la aurora de la mañana y divisa a lo lejos al ave que devoraba a aquella nativa alimaña y llora por la alimaña. Le pregunto: «¿por qué lloras?» y en su lánguida cara me di cuenta de que éramos la alimaña y aquel águila que nos devoraba simplemente en el éter nos dejaba.
Un hombre camina por la calle y sueña con el pasado que calla. ¿En dónde estaban las naciones hermanas?
No dejamos de ser hermanos, la Historia calla. La Historia es del nos quita la aurora de la mañana, del que nos ocultó que éramos la alimaña. Entonces Pachacuti me encara y esgrime la lanza; el hombre y yo somo los derrotados chancas.
Y en pocos instantes dos corazones las balas atravesaban. El dictador disparaba, pues el poeta en su Estado no tiene que hacer nada.






